
Hoy no es con ansia de ancianidad… por Rachna
Es con rabia, al saber que siguen sucediendo cosas como esta que te voy a platicar.
Navegando en FB -Facebook-, vi una historia de un hombre llamado Alvaro Castano, y me recordó a la tía Teresita, hermana de mi abuelito Checo. Algo parecido hay en sus historias, con varios años de diferencia. La tía Teresita era la clásica tía abuela amorosa, con ojos de profunda sabiduría, mismos que no le impidieron -o tal vez sí- heredar en vida a sus hijos. Su marido, al morir, le había heredado una fortuna suficiente para vivir cómodamente sus últimos años. Generosa como era, pensó que era mejor heredar a sus hijos, quienes le prometieron hacerse cargo de ella. Pues bien, en menos de lo que canta un gallo, ya le tenían preparado el ingreso al asilo, uno de esos asilos lúgubres donde morirse de pena era usual. Mi abuelo y sus hermanas intentaron convencerla de irse con ellos y dejar ese lugar. Teresita aceptó su destino con una sonrisa, así era ella, se quedó en el asilo e hizo sonreír a sus compitas.
La historia de Don Alvaro Castano en FB -no he podido corroborar la certeza de ese post, aunque no tengo dudas- trata de unos hijos que también lo fueron a dejar a la puerta de un asilo, después de vaciar la cuenta bancaria, vender su auto, y disponer de sus propiedades. No se cruzó de brazos el hombre, aunque la traición de sus hijos era desgarradora, recordó que sus manos aún eran útiles. Observó detenidamente a sus compañeros de asilo, y fue descubriendo sus talentos y habilidades. Así, decidió fundar “Manos Sabias”, un taller donde los sabios ‘desechados’ -así se hacen llamar- cosen, tejen, y bordan cojines, bolsos, agendas y demás. Empezaron a vender por internet, y hoy, su taller es todo un éxito. “No todos los que te abandonan te vencen. A veces, solo te muestran el camino hacia lo que viniste a construir.” Son las palabras de Don Alvaro actualmente, más de 120 adultos mayores de distintos hogares colaboran en Manos Sabias.
Manos, cinco deditos en cada una. Manos que tejen.
Me gusta tejer, aunque las chambritas, blusas, sweaters que he tejido, lo hice siguiendo las indicaciones de mi madre. “El sweater es para un adulto talla 36, monta tantos puntos. Para esa blusa, usa tal resorte. Aumenta tantos puntos en esta vuelta, disminuye tres puntos en el cuello. Allí va la sisa, cierra de esta manera…” So on, so forth. Y he de confesar que me arrepiento de no haberle pedido la lección para que pudiera montar sola alguna de esas prendas, sabía tanto mi madre. Por lo que tejo con singular alegría bufandas, blusas sencillas, bolsas, y cubrecamas. Aunque en alguna ocasión me las ingenié, y mi madre me aplaudió. Tenía un poco de estambre y mucho frío en los pies. Se me ocurrió tejer unos zapatitos, no me acuerdo ni de donde saque esas tiritas antiderrapantes que hoy son tan usadas.
Y ahora, preparando las manos que construyen un hogar. Ya les iré platicando. Mientras tanto, platícame. ¿Qué te gusta hacer con las manos?
Con amor,
Rachna – una mexicana que fruta vendía, y ahora, a veces teje.